Estudio Bíblico Católico

La parte más importante de leer la Biblia es asegurarse de entender el sentido literal del texto. Esto puede significar conocer el vocabulario, comprender la forma literaria del texto, investigar el idioma original utilizado o desempacar el simbolismo de una parábola. Por ejemplo, cuando Jesús dice “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos” (Juan 15:5), tienes que saber que él se refiere a sí mismo como el brote principal de una vid y a sus discípulos como los vástagos, y no a él mismo como una vid que se aferra a las ramas de un árbol. Cuando Dios se le aparece a Abram como “un brasero humeante y una antorcha de fuego” (Génesis 15:17, NAB), usted necesita saber que un brasero es una olla de metal pequeña y portátil para sostener carbones humeantes, y no un sostén (sostén).

Una vez comprendido el sentido literal del texto, hay tres sentidos espirituales que se pueden descubrir. El primer sentido espiritual es el sentido alegórico, por el cual entendemos los eventos registrados en la Biblia al reconocer cómo apuntan a Cristo. La historia de los israelitas y su éxodo de Egipto se puede interpretar alegóricamente como la salvación de un pecador del pecado, con el cruce del Mar Rojo simbolizando el bautismo.

El segundo sentido espiritual es el sentido moral, que nos enseña cómo Cristo desea que actúen sus discípulos. Algunas partes de la Escritura son claramente enseñanzas morales, como cuando Jesús les dice a sus discípulos que pongan la otra mejilla a quien los golpea (Mateo 5:39). En otros lugares, el significado moral debe ser descubierto. En la parábola de Jesús, donde una viuda ruega a un juez día tras día que escuche su caso, la enseñanza moral es que los cristianos deben perseverar en la oración.

El tercer sentido espiritual es el sentido anagógico, que revela el significado eterno de los eventos y realidades registrados en la Biblia; es decir, relaciona los eventos con la muerte, el juicio final, el infierno y el cielo. Este sentido es muy evidente en las parábolas de Jesús que involucran el juicio al final de los tiempos, como la separación de las ovejas y las cabras (Mateo 25:31-46).

(Ver Catecismo 115-119)

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