Relaciones entre la Santa Sede y Filipinas
El catolicismo llegó por primera vez a Filipinas en el siglo XVI, con misioneros acompañando a los conquistadores mientras anexaban las islas al Imperio español. En el momento en que Filipinas recuperó la soberanía de los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial con el establecimiento de la Tercera República, el catolicismo ya había dejado una impresión duradera en la cultura y la sociedad filipinas, con al menos el setenta por ciento de los filipinos profesando la fe.
Durante la administración del Presidente Filipino Elpidio Quirino, la Delegación Apostólica de Filipinas fue elevada a Nunciatura, con el Arzobispo Egidio Vagnozzi convirtiéndose en el primer Nuncio Apostólico el 9 de abril de 1951. El primer Embajador filipino ante la Santa Sede, el Dr. Manuel Moran, presentó sus cartas credenciales al Papa Pío XII el 4 de junio de 1951.
Tres papas hasta ahora han realizado visitas pastorales a Filipinas. El Papa Pablo VI visitó Filipinas en 1970 y pronunció un discurso frente a estudiantes de la Universidad de Santo Tomás (UST) en Manila. En 1981, el Papa Juan Pablo II también pronunció un discurso en la UST, y beatificó al nativo de Manila del siglo XVII Lorenzo Ruiz, un santo en Luneta Park, la primera beatificación hecha fuera del Vaticano. El pontífice regresó a Filipinas en 1995 para la X Jornada Mundial de la Juventud. Del 15 al 19 de enero de 2015, el Papa Francisco realizó una visita papal a Filipinas, donde pronunció un discurso en UST y visitó Tacloban, la ciudad devastada por el tifón Yolanda (Haiyan).
Filipinas ha acogido el Congreso Eucarístico Internacional (CEI) de 1937 en Manila y lo ha hecho de nuevo del 25 al 31 de enero de 2016, que se trasladó de la fecha original de mayo por solicitud del Vaticano. Arzobispo de Cebú, José S. Palma de la Conferencia Episcopal de Filipinas sugirió al Vaticano que el Papa Francisco visitara el país para el evento. Sin embargo, Palma confirmó más tarde que el pontífice no visitaría el país para el evento y que el Vaticano enviaría a un enviado pontificio para participar, diciendo: “el CEI es la oportunidad de dar gloria a Dios. Otros dicen que si el Papa viene, la gente podría venir por el Papa, pero no por Jesús.”
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